¿Vacía
o llena?
Alicia
estaba compartiendo un relajante paseo con su padre una mañana de primavera
cuando éste, de improviso, se paró en una de las curvas del camino. Tras un
breve silencio, le preguntó:
“Además del trino de los pájaros. ¿Qué más
oyes, Alicia?”.
La
niña puso todos sus sentidos en ello y le contestó:
“Papá, ahora mismo me parece
oír, una carreta que se acerca lentamente por detrás de nosotros”.
“Exacto –continuó su padre-. Y, si aguzas el oído, verás que es una
carreta vacía”.
Sin
salir de su asombro, Alicia le preguntó:
“Y si no lo has visto aún,
cómo sabes que es una carreta vacía?”.
Entonces,
su progenitor le respondió:
“Es fácil saber cuándo una
carreta está vacía por el ruido que hace. Cuanto menos cosas transporta, más
aparatoso es el sonido que provoca. Eso mismo puedes aplicarlo a las personas
que sólo saben presumir de sí mismas”.
Alicia
fue cumpliendo años y, cuando veía a alguien alardeando de sus posesiones,
pavoneándose e interrumpiendo a los demás, era como si escuchase de nuevo las
palabras de su padre:
“Cuanto más vacía la carreta, mayor es
el ruido que hace”.
Y
es que, a menudo, quienes hablan de sí mismos sin parar son quienes menos cosas
interesantes tienen que contarnos.